Virgen
Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra. Venos aquí
postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la tilma de Juan
Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia.
Aún siguen resonando las
palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: "Hijo mío queridísimo,
Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado," cuando radiante de
hermosura te presentaste ante su vista en el cerro del Tepeyac.
Haz
que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras. Sí, eres nuestra
Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más compasiva.
Y
para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección te quedaste
en tu imagen de Guadalupe.
Virgen
Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre. Defiéndenos en las
tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en todas nuestras
necesidades.
En los peligros, en las enfermedades, en las persecuciones, en las
amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra muerte, míranos con ojos compasivos
y no te separes jamás de nosotros.
Amén
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